
Durante la noche del 7 de octubre de 1879, el monitor «Huáscar» y la corbeta «Unión» regresaban desde el sur hacia Arica cuando divisaron las luces de Antofagasta en el horizonte. El almirante Miguel Grau Seminario decidió dirigir el monitor hacia el puerto con la esperanza de capturar alguna embarcación enemiga. A la 1:10 de la madrugada, el «Huáscar» recorrió sigilosamente la bahía sin encontrar objetivos, reuniéndose nuevamente con la «Unión» a las 3:00 a.m. para continuar su rumbo al norte.
En ese momento, los vigías del blindado «Blanco» avistaron dos columnas de humo en el horizonte. Simultáneamente, el almirante Grau fue informado de la presencia de tres humos hacia el norte y decidió aproximarse para investigar. Al amanecer, los buques peruanos reconocieron la situación y viraron al sur para escapar. Al grito espontáneo de «¡Viva Chile!», los chilenos se prepararon para el inminente enfrentamiento.
De manera calculada, el capitán de navío Galvarino Riveros Cárdenas, Comandante en Jefe de la Escuadra, ordenó reducir gradualmente la velocidad para dar a Grau la oportunidad de retirarse hacia el norte. A las 5:40 a.m., el «Huáscar» y la «Unión» comenzaron un lento viraje hacia el norte.
El «Blanco», observando la retirada peruana, aceleró sus máquinas para evitar que los buques enemigos volvieran a virar hacia el sur. A las 7:15 a.m., Grau avistó otros dos humos al norte, reconociendo al blindado «Cochrane» y la corbeta «O’Higgins», seguidos por el transporte «Loa». El plan de la armada chilena se estaba ejecutando a la perfección. La «Unión», capaz de alcanzar hasta 13 nudos, escapó hacia el noreste, mientras que el «Huáscar» no tuvo más opción que enfrentar el combate.
A las 9:25 a.m., cerca de Punta Angamos y a 3,000 metros del «Cochrane», el «Huáscar» abrió fuego. El comandante del «Cochrane», Juan José Latorre Benavente, no respondió de inmediato, acercándose hasta los 2,200 metros antes de disparar. Las primeras granadas perforaron la torre de artillería del «Huáscar», hiriendo a su tripulación. Una de las descargas cortó las cadenas del timón, dejando al monitor sin control. Otra salva penetró la torreta de mando, matando al almirante Miguel Grau y a su ayudante, el teniente Diego Ferré.
El fuego chileno, dirigido por el capitán Miguel Gaona, fue devastador, con granadas Pallisier que penetraban la coraza del «Huáscar» y explotaban en su interior, causando grandes daños. A las 10:10 a.m., el «Huáscar» izó su bandera de rendición, pero pocos minutos después fue levantada nuevamente, posiblemente por el teniente Enrique Palacios, quien cayó prisionero, mortalmente herido. El «Blanco» se unió al combate a las 10:15 a.m. y, debido a una mala maniobra, casi colisionó con el «Cochrane», pero la habilidad del comandante Latorre evitó el choque.
El «Huáscar» logró reparar su timón, pero ya estaba bajo el fuego de dos blindados chilenos. Sin posibilidad de continuar la lucha, el monitor izó nuevamente la bandera blanca a las 10:55 a.m., rindiéndose finalmente. Entre los caídos en combate estaban el capitán Elías Aguirre y el teniente Melitón Rodríguez, quienes habían asumido el mando tras la muerte de Grau.
El teniente Pedro Gárezon, al mando del «Huáscar» en ese momento, intentó hundir el buque para evitar su captura, pero los chilenos tomaron rápidamente el control del monitor y lo mantuvieron a flote. Fue llevado a Mejillones para reparaciones de emergencia y, posteriormente, a Valparaíso para una reparación completa.
La muerte de Grau fue lamentada incluso por la escuadra chilena, como quedó reflejado en el informe de Galvarino Riveros, quien expresó que su pérdida había sido profundamente sentida, reconociendo su patriotismo y valentía.
Al día siguiente, se realizaron solemnes funerales en honor a los fallecidos del «Huáscar», con la presencia de autoridades militares y civiles de alto rango, rindiendo honores al Almirante Grau y su tripulación.
La captura del «Huáscar» y la neutralización previa de la «Independencia» dejaron a la Armada peruana gravemente debilitada. El combate de Angamos marcó el fin del poder naval peruano, otorgando al Ejército chileno el control del mar y la libertad de acción estratégica para continuar la guerra según sus propios términos.
FUENTE: Armada de Chile - Ethos Naval.
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